Netflix tenía una misión bastante complicada. La intención de producir una temporada final de House of Cards sin Kevin Spacey lucía como una acrobacia casi imposible; pero también necesaria para intentar acabar con dignidad esta saga.
Durante meses se especuló sobre qué le sucedería al personaje de Francis Underwood; y un poco curándose en salud revelaron cuál fue su destino cerca del estreno. Aún así quedaba la duda del abordaje.
Pero este Día de Muertos Netflix decidió rendirle culto a la fecha y liberar los ocho episodios finales que dan cierre a House of Cards. Tenemos comentarios que hacer. Sin abordar muchos spoilers a excepción de donde sea absolutamente necesario.
Pero sin temor a ser inapropiados con los detalles podemos adelantar que esta es, por mucho, la peor temporada de esta serie. Y no es culpa del reparto, tal vez ni siquiera de las ausencias.
Pero House of Cards se siente como un pollo que corre sin cabeza.
Castillo de naipes
Durante los primeros 120 segundos de esta temporada se las arreglan para despachar a Francis Underwood y poner el foco protagónico en Claire. Pronto a lo largo del primer episodio queda claro que algunas reglas cambiarían.
La ruptura de la cuarta pared es constante. El ritmo se siente más acelerado y urgido por atar los cabos más críticos. Las situaciones no fluyen naturales y van forzadas, como los diálogos.
Todo para intentar llegar al clímax de manera más rápida. Pero dicho clímax se siente improvisado, construido sobre la marcha. Y hasta relativamente ajeno de todo lo que se venía perfilando en las cinco temporadas pasadas.
Sin embargo, podría decirse que el principal problema es casi invisible.
El fantasma de Underwood
Robin Wright hace un trabajo extraordinario y admirable cargando sobre sus hombros todo el peso de House of Cards. Igual que el reparto sobreviviente que inició con ella en esta serie de culto.
Por desgracia el talón de Aquiles en la sexta temporada lo encontramos en la dirección y sobre todo en el libreto. El inicio es muy cuidado en sus valores estéticos, igual que su narrativa. El quinto episodio destaca por ser el mejor balanceado.
Pero el resto de la producción destaca por su irregularidad. Por contar pasajes por mero trámite. Por el montaje mecánico del drama. Así como por la fijación de pisar el acelerador a fondo y llegar a un ansiado desenlace que en definitiva no dejará contentos a muchos.
Lo triste aquí es que el fantasma del personaje de Francis Underwood está presente durante los ocho episodios de esta temporada final. Y nunca puede ser superado. House of Cards perdió tal vez la parte mas definitorio de su esencia. Y se siente.
Bajo ninguna circunstancia esto se trata de una apología para encumbrar el trabajo de Kevin Spacey. Sin embargo toda la producción giraba en torno a la construcción del personaje de Francis.
Y al momento de extirparlo, para cambiar el tono, estos últimos episodios se sienten, cuando menos, extraños.
La determinación por resolver su historia pero manteniéndolo oculto en todo momento frente a las cámaras, no ayuda tener una experiencia amena.
Si a eso le sumamos que el desgaste que ya aquejaba a la serie aquí se vuelve aún más pesado. Al final el recorrido es demasiado denso.
Una agenda fallida
Es patente que House of Cards intenta capitalizar el momento de consciencia colectiva por la desigualdad. Además de querer marcar el ejemplo al abordar situaciones de género específicas para el ámbito político.
Pero la premura por integrar estos elementos, por contar la trama principal, construir al personaje de Claire dándole más trasfondo, matizarla para no contrariar la agenda; y darle una resolución que no cause críticas de los grupos más radicales, hace que al final todo se sienta un tanto forzado.
Son recurrentes las secuencias donde se recurre a la alusión enredada; o un compulsivo name-dropping de personajes como Simone de Beauvoir o Sylvia Plath para intentar validar ese abordaje.
Por desgracia no se siente redondo, ni integral. Aunque nos regala algunos momentos auténticamente interesantes y hasta casi esperanzadores.
¿Uno de los peores finales de los últimos tiempos?
ALERTA SPOILER: Aquí no pudimos evitarlos.
El final de House of Cards causará bastante controversia; y no faltará quien lo incluya en su lista de los peores finales de una serie de TV en las últimas décadas. Eso es seguro.
Quien se haya tomado el tiempo de leer la trilogía de novelas escritas por Michael Dobbs, a pesar de las diferencias con la adaptación, tenía la certeza de que esta historia sólo podía tener un desenlace tan trágico e irónico como el de The Final Cut. De hecho el cierre de la temporada pasada apuntaba para allá.
Pero aquí todo dio un golpe de timonel brusco y los últimos 30 minutos de House of Cards se sienten revueltos, extraviados, urgidos por llegar a ese encuentro final; donde parece que los escritores sabían que querían llegar ahí ahora que no estaba Francis. Pero nunca tuvieron claro cómo iban a resolverlo.
Al final optaron por finalizar todo con una elipsis que le exige memoria fotográfica al público. Y cerrar con una variación de la primera secuencia con la que da inicio la serie.
Esa donde Francis Underwood toma a un perro atropellado y decide acabar con su dolor. En papel suena bien. Pero en la ejecución se siente desteñido. Abrupto. Improvisado. Irrelevante. Pero sobre todo poco satisfactorio para el camino recorrido.
Al final House of Cards fue su propia víctima.
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