Acéptalo, lo has dicho más de una vez o lo has leído, incluso en etiquetas de productos que tienes en casa “mata al 99% de virus y bacterias, incluyendo al coronavirus” y aunque en el fondo eso no es una afirmación engañosa, sí tiene un error. Pues, a diferencia de otros microorganismos, como las bacterias, los virus estrictamente no están vivos, así que no podemos matarlos.
Estar vivo es más complicado de lo que parece
Los coronavirus, como todos los virus, no están vivos ni tampoco muertos, sino todo lo contrario. Sucede que por sus características no caben en la clasificación de lo que llamamos vida.
Tenemos que tomar en cuenta que a lo largo de la historia de la biología hemos desarrollado una lista de propiedades de la vida, y los virus no cumplen con todo lo que deberían para considerarlos como seres vivos.
Una de las propiedades principales en la que fallan los virus, es que todos los seres vivos tenemos la capacidad de reproducirnos.
Pero, esperen ¿los virus no se reproducen y así causan infecciones? Bueno sí, pero solo pueden hacerlo dentro de una célula a la que le toman prestadas algunas cosas para lograr eso.
Los virus de Schrödinger
Entonces los virus no están vivos, pero tampoco son seres completamente inertes e inanimados.
No están formados por células, que son las unidades básicas de la vida. En realidad los virus son mucho más simples y diminutos comparados con una célula, aunque tienen algo en común con éstas y con todos los seres vivos: su propio material genético, es decir las instrucciones que los hacen ser lo que son.
La información genética de los virus puede estar en forma de ácido desoxirribonucleico, ADN, que es el mismo tipo de molécula que tiene las instrucciones genéticas de la mayoría de los seres vivos, o también en forma de ácido ribonucleico, ARN.
La guerra de los clones
Los coronavirus son virus de ARN que para proteger su material genético tienen una cápside: una estructura de proteínas. En el caso de los coronavirus en la cápside están las proteínas espiga (spike protein) que le dan su apariencia característica y les ayudan a introducirse a nuestras células.
Pero a fin de cuentas, los virus son estructuras bastante simples que para reproducirse necesitan de una maquinaria y recursos que no tienen, por eso entran a las células.
Cuando los virus están dentro de una célula usan parte de material genético de esta para hacer copias de sí mismos: sí, cada virus nuevo es un clon del original.
Si los virus tienen el tiempo suficiente hacen tantos clones de sí mismo que las células se rompen, mueren y liberan a todos esos nuevos virus que pueden infectar a otras.
Esto suena como un plan malévolo perfecto, y a veces lo es. Una de las razones por las que se dificulta tener medicamentos contra enfermedades virales es que no podemos matar a los virus, como sí pasa con los antibióticos y las bacterias.
Pero no olvidemos nuestra arma secreta: las vacunas. Con esas les enseñamos a nuestras células a reconocer a los virus a tiempo y atacarlos, antes de que tomen el mando y se reproduzcan sin control.
Así que afortunadamente, no todo está perdido en la batalla con estos seres, que tal vez no están vivos, pero que no dejan de tener una relación muy particular con la vida.
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