Acabas de comer, hay muchas cosas por hacer en tu agenda, pero tienes sueño: tal vez tu primer impulso será acudir a una taza de café, pero, ¿y si te duermes una siesta?
Buenas noches
Por la forma en que llevamos nuestras vidas a veces pensamos que dormir es una pérdida de tiempo, aunque sabemos que necesitamos descansar.
Pero el descanso un poco más que un mal necesario: cada vez tenemos más evidencias que durante el sueño se consolidan memorias y algunos procesos de aprendizaje.
Así, aunque no lo parezca, dormir contribuye a que nuestro cerebro funcione como debe.
Piensen en esas ocasiones en las que tuvieron que trabajar, pero también tenían sueño porque no durmieron bien: probablemente las cosas no les resultaron como querían, todo lo hicieron más lento o tal vez se olvidaron de algunas cosas.
Dulces (y productivos) sueños
Cuando aprendemos una nueva habilidad que implica una serie de procedimientos: tocar un instrumento musical, manejar un auto, tejer un suéter, la práctica será muy importante, pero también el tiempo que dediquemos a dormir.
El sueño contribuye a que mejoremos y terminemos dominando ese tipo de actividades.
Pero no solo las noches completas de sueño ayudan, sabemos que periodos cortos como las siestas vespertinas, pueden tener un efecto similar en consolidar esas habilidades.
Las siestas de al menos 30 minutos también contribuyen a que mejoren nuestras habilidades perceptuales y procedimentales: todas las que tienen que ver con nuestra relación e interacción con el mundo que nos rodea y aquellas que tienen realizar cosas que siguen una serie de pasos.
Pero dormir una siesta también es una habilidad que debemos dominar para sacar mejor provecho de ella.
Cinco minutos más
¿Quién no se ha despertado de una siesta sin saber bien qué hora es o dónde está? O peor aún, despiertas y casi olvidaste quién eres.
Durante esos minutos siguientes al despertar es probable que no te sientas como si tu siesta hubiera contribuido mucho a ninguna de tus habilidades, ni a tu memoria.
Eso se debe a la inercia del sueño: ese estado de torpeza que sentimos cuando despertamos y que es mucho más común en las siestas, sobre todo en las que son muy largas.
Todo eso pasa, porque aunque estés despierto, con tus ojos abiertos y te puedas mover voluntariamente, tu cerebro continúa realizando algunas funciones exclusivas del sueño y sigue tratando de despertar.
Entonces, luchar con la inercia del sueño por las mañanas al levantarte y luego por la tarde si duermes una siesta, no suena alentador.
Sin embargo, si las siestas son breves esa inercia del sueño será también más corta: aunque depende de la edad e incluso de la herencia, quienes estudian los procesos del sueño consideran que el tiempo mínimo para una siesta es 20 minutos, mientras que el máximo es de una hora.
Así que si tienes sueño, y una tarde de trabajo por delante: pon una alarma de 30 minutos y toma una breve siesta, tu cerebro te lo agradecerá.
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