Antes ibas al supermercado a comprar sal y no había demasiado en qué pensar: tal vez había un par de marcas diferentes, quizá te fijabas la querías en bolsa o en frasco, o en la cantidad que comprarías. Pero ahora eso es un poco diferente.
En el pasillo de los condimentos encuentras muchos tipos diferentes: baja en sodio, de mar y una color rosa, que es más cara y proclama venir de un lugar, muy, muy lejano. ¿Realmente hay alguna diferencia entre ellas?
Cloruro de sodio
Sin importar de qué sal se trate todas contienen cloruro de sodio: un compuesto inorgánico que nuestro sentido del gusto percibe como salado.
El cloruro de sodio está presente de forma natural en la mayoría de los alimentos: leche, huevos, carne, vegetales e incluso frutas. Aunque ninguno de ellos tenga un gusto salado, porque contienen muy poco de cloruro de sodio.
Es bueno que comamos alimentos con este compuesto, porque el sodio regula el equilibrio de fluidos del cuerpo: un consumo adecuado de sal, está relacionado con la hidratación y con la presión arterial.
Pero resulta que a los seres humanos nos gusta el sabor salado y no nos conformamos con la sal que ya contienen muchos alimentos, así que al cocinar añadimos sal extra.
Mares y minas de sal
Esa preferencia por los alimentos salados ha hecho que desde la antigüedad la sal sea un bien muy apreciado: se tiene registro que en China hace unos 4,000 años ya se extraía sal, para consumirla y comerciar con ella.
La sal se puede obtener por evaporación de agua salada de mar o manantial: esa es la forma en la que se produce la más común, formada por gránulos blancos y finos.
En general llamamos “sal de mar” a la formada por cristales más grandes, que son así por que la forma de procesarla es diferente y no se muele, pero incluso la sal de mesa común puede también provenir del mar.
También se puede obtener sal de minas de halita, el nombre del cloruro de sodio cuando se encuentra en depósitos minerales: la “sal rosa del Himalaya”, es una sal extraída de minas que se encuentran en Pakistán, bajo la cordillera del Himalaya.
Sales fotogénicas
La sal del Himalaya sin duda es muy particular por su color rosa, eso le ha ganado muchos aficionados por el mundo, que la aprecian por cómo se ve, pero que además le han atribuido ser más “saludable” que otros tipos de sal.
Su color rosa se debe a que el cloruro de sodio está mezclado con otros compuestos de calcio, magnesio y potasio, que le dan ese tono. Hay quien afirma que esos minerales pueden ser benéficos para la salud, sin embargo la proporción que contiene es muy pequeña como para considerarla una ventaja nutricional significativa.
La sal de mesa o la de mar, también contienen otros elementos como potasio o yodo, ya sea de origen o porque se les añaden en el procesamiento para suplementar carencias nutricionales: por ejemplo, una deficiencia de yodo puede dar lugar al bocio, una enfermedad de la tiroides.
La diferencia entre todas estas sales además de su apariencia, es el precio: sin duda las más fotogénicas son más caras, sobre todo si les atribuimos propiedades que realmente no tienen.
Al final, sin importar el color de la sal que usemos, lo que importa es que cuando cocinemos no deberíamos añadir mucha, porque un consumo muy alto de sodio, nunca será bueno para la salud de nuestro corazón.
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